Viaje hacia Estocolmo
Relato corto que transcurre en la ciudad de Nueva York y de Estocolmo

Estocolmo, Junio de 2023.
Katherine está sentada en la plaza de Stortorget apreciando los edificios tan bonitos que hay en esta ciudad.
Mientras está allí reflexiona en lo que la llevó a Estocolmo, hubiera preferido que fuera de distinta manera, pero en parte agradece el haber tomado la decisión de alejarse de Nueva York, de todo lo que le recordaba a la maldita de Caroline. Desde luego a ella no la echará de menos, por su culpa fue por lo que ocurrió todo aquel desastre que hizo que huyera tan lejos de su casa, de sus padres.
Rememora cómo empezó su proceso de sanación, porque eligió viajar allí y piensa lo poético que es que se enamorara tanto de esta ciudad como para quedarse a vivir.
Todo empezó la noche que la conoció, recuerda que fue tan amable y la encandiló tanto que al final no pudo negarse a aceptar su ayuda, a pesar de que cuando era pequeña su madre siempre le decía: “No vayas con extraños.”
Ahora, Katherine, opina que ojalá la hubiera escuchado más en ese momento y cuánta razón tenía. Porque todo lo que vino después fue un sueño en el infierno, una broma macabra del destino.
Nueva York, Junio de 2022.
Suena la alarma, son las cuatro menos cuarto, Katherine se despierta de la siesta y lo primero que le viene a la mente es: “¡Maldita sea! ¿Por qué tuve que poner la cita a las cuatro y media en vez de a las cinco y media?” Se viste a toda prisa y sale por la puerta.
Llega a la consulta cinco minutos antes de la hora. Le falta el aliento, va al baño a lavarse la cara mientras piensa en el chico, o más bien señor, que no dejaba de mirarla en el metro, y para colmo, se bajó en su misma parada. Se tranquiliza, no para de repetirse a sí misma que ese tío no la conocía y que nunca más se va a volver a cruzar con él.
Ya calmada y tranquila, entra en una de las habitaciones de ese mismo pasillo, se sienta en el sofá y de repente oye una voz que le pregunta:
—¿Cómo fue el momento en que la conociste?
—Recuerdo poco de aquella noche, casi no podía ver nada debido a la oscuridad que invadía toda la calle, por no hablar del frío que se colaba por debajo de mi falda.
» Volvía a casa de una fiesta, aunque aún no sé si ir fue la mejor o la peor idea de mi vida, todavía podía saborear toda la reciente cantidad de alcohol que había ingerido, podía andar a duras penas y para colmo, ninguno de los que consideraba mis amigos me acompañó a casa o a un taxi.
» Mientras caminaba por esa calle, helada, me encontré con la chica más hermosa que jamás había visto; nunca antes tuve la suerte de poder contemplar tanta belleza junta. Era bajita, pero tenía una figura estilizada, sus labios eran finos como dos palillos chinos, su piel era tan suave y tersa como la de un bebé; su pelo, ligero y de marrón chocolate; y sus ojos, tan grandes y redondos que casi podías ver su alma a través de su mirada. Además de su perfume, que era una mezcla de lavanda e incienso de jazmín.
» Estaba tan absorta en ella que cuando se paró para hablarme casi me da un infarto del susto, porque nunca me habría imaginado que una persona tan bella quisiera hablar conmigo. Me saludó y me preguntó si necesitaba ayuda, supongo que debido al mal estado en el que me encontraba.
» Me costó vocalizar la respuesta, pero al final conseguí decirle que estaba intentando llegar a la parada de taxis. Me extrañó que ella no se fuera, incluso en ese momento lo agradecí. Insistió en ayudarme, diciéndome que la parada más cercana estaba a quince minutos, que estaba esperando a que unos amigos fueran a buscarla en coche y que podrían llevarme.
» Me subí a ese coche y debí de quedarme dormida, porque no recuerdo nada más hasta el día siguiente.
—Cuando despertaste, ¿qué más recuerdas? ¿Ella seguía allí?
—Sí, de hecho, nada más despertarme, me trajo una taza de café con azúcar y un vaso de agua con hielo.
» Entonces, me dijo que la podía llamar Caroline, que todos sus amigos la llamaban así. Porque, según ellos, era la mujer más fuerte y valiente que conocían; aunque supongo que no es su nombre real.
» Cuando volví completamente en mí, la cabeza estaba a punto de estallarme e iba a echar las tripas por la boca. Me imagino que de la resaca que tenía, ya que a los treinta años no puedes beberte dos botellas de tequila como si siguieras siendo una adolescente.
» En el sitio en el que estaba había una puerta azul cobalto que escondía un baño y una puerta rojo sangre que estaba cerrada a cal y canto, por no mencionar los barrotes que había por fuera de la ventana. Me levanté para ir al servicio y me tropecé con un botellín de cerveza, que estaba tirado al lado de unos palets que hacían de mesa. El sitio estaba bastante sucio, era similar a un antro, aunque en mi opinión podía estar peor.
» El suelo era de asfalto, estaba lleno de botellas de alcohol vacías y de colillas. El sofá olía como si estuviera recién sacado de unos contenedores de basura, y el colchón del que me acababa de levantar tenía manchas por todas partes.
» Después de tres o cuatro horas, toda esa suciedad empezó a pasar desapercibida poco a poco, fue una mezcla entre la costumbre y que toda mi atención fue absorbida por Caroline y toda su belleza.
» Ella solía venir a cuidarme y a pasar tiempo conmigo. Ese mismo día me dijo que tenía que dormir allí. Según ella, ese sitio estaba muy lejos de la civilización. Uno de sus colegas se había llevado el coche, no había cobertura y yo no tenía batería en el móvil, ni cargador. Pero fue muy amable conmigo, me trajo sábanas, mantas, libros, un bolígrafo, un lápiz y una libreta para poder dibujar y escribir. Me dijo que así estaría entretenida, además, me preguntó si seguía alguna dieta especial. Le dije que soy vegetariana y me trajo un plato con comida riquísima, equilibrada y sin nada de carne.
» Ella cenó conmigo y me contó que había cocinado para mí. Después me trajo algo de ropa a modo de pijama y durmió conmigo toda la noche. Al día siguiente sabía que ya me estaba enamorando de ella.
— Se acabó la hora, nos vemos la próxima semana a la misma hora. Cuídate mucho Katherine, estás mejorando mucho.
Cuando sale de allí solo puede pensar en lo que va a hacer, pero no solo ahora, sino en toda la semana, en todo el mes, en su vida en general. No puede sacarse a Caroline de la mente, necesita verla, hablar con ella, siente que era lo que estaba esperando toda su vida y ahora que ya no está, nada tiene sentido. Sabe que no puede buscarla ni llamarla, se siente impotente. Para ser exactos, no tiene ni su nombre real, solo Caroline. Así que, solo ella puede ponerse en contacto con Katherine y aun así, intuye que eso no va a pasar si no ha pasado ya; después de 5 meses desde que la conoció.
Decide que es mejor cambiar el pensamiento en el trayecto de vuelta a casa, ha salido solo una hora y está tan cansada que solo piensa en la hora de llegar, ponerse de nuevo el pijama y tumbarse en el sofá. “Quiero volver a ser la Katherine de antes. Cuando salía a la calle con ganas de comerme el mundo, de seguir escribiendo la novela que había empezado, de quedar con mis amigos, de…” sigue reflexionando en todas las cosas que antes hacía, en todas las sensaciones positivas que tenía con respecto a su vida, a su futuro y le es inevitable compararlas con la desgana y la desilusión que tiene ahora por absolutamente todo. “Me he vuelto una miedica llorica” piensa a la vez que le entran unas ganas enormes de llorar. No se lo puede permitir, no en el metro; tiene que ser fuerte, al menos delante de toda esa gente. “Ya me derrumbaré cuando llegue a casa.”
Es la quinta sesión que tiene con el psicólogo, tardó un mes entero en decidirse a ir, solo accedió porque sus padres le insistían demasiado, ya que se negaba a volver a vivir con ellos en esa mansión enorme y fría.
—Puesto que no quieres venir aquí por un tiempo, al menos ve a hablar con alguien para que te ayude a superar ese calvario que tuviste que vivir. — Revive en su mente lo último que le dijo su madre.
“¿Pero qué calvario?, si esos tres meses con Caroline fueron los mejores que viví, ella me hacía sentir viva.” Eso es lo que pensó antes de despedirse de su madre con un abrazo Sabe que solo se preocupa por su bienestar, por eso, no se lo dijo.
Por fin llega a casa, el viaje le ha parecido una eternidad, igual que le va a parecer el resto de la semana, solo quiere que pase rápido. Aunque las citas con el psicólogo no le gusten, tiene que admitir que ahora mismo son lo más interesante de su vida.
A veces le invade un pensamiento intrusivo en el cual cree que habría sido mejor si nunca la hubiera conocido, no sabe si esos tres meses compensan toda esta tristeza que siente ahora que ella no está.
La semana pasa más rápido de lo que esperaba, aunque no haya salido de casa ni para hacer la compra, agradece que hoy en día se pueda hacer todo por internet.
Llega a la consulta, saluda a Peter y se sienta.
— Hola Katherine, espero que hayas pasado la semana mejor que la anterior. ¿Qué te parece si seguimos dónde lo dejamos el otro día?.
—Bueno… esta pasó más rápido. Sí, me parece genial.
—Bien, pues háblame de esa puerta roja y de esos barrotes en la ventana. ¿No te parecieron algo extraño?
—Sí, nada más abrí los ojos y me fijé en las ventanas, me pareció algo raro, pero luego pensé que siendo una casa y estando en la planta baja podía ser normal que las ventanas tuvieran barrotes, al menos, para que nadie desde fuera pudiera entrar a robar.
» Con respecto a la puerta roja, después de que pasara un día, le pregunté a Caroline que porque esa puerta estaba cerrada, ella me dijo que por ese edificio pasaba a veces gente peligrosa y ella cerraba con llave para que nadie entrase y me hicieran daño.
—¿No saliste de esa habitación en ningún momento?
—Caroline y yo salíamos a menudo, ella casi siempre estaba conmigo, le encantaba enseñarme todos los alrededores e ir de paseo por el bosque.
» El otro día te dije que sabía que me estaba enamorando de ella, era correspondido. Poco a poco nos íbamos conociendo más, cocinábamos, leíamos, jugábamos a juegos de mesa, incluso de noche dormíamos juntas abrazadas.
» Después de unos días Caroline me besó, dijo que estaba empezando a sentir algo por mí y que creía que yo sentía lo mismo. Le dije que así era, y esa noche hicimos el amor. Al día siguiente me propuso que me quedara un poco más de tiempo, que sabía que ya me había quedado un par de días porque no me había podido llevar a casa antes, pero que le encantaría tener la oportunidad de estar conmigo allí y, así, poder conocerme más. Así que le dije que sí.
—Entonces, ¿por qué no te dijo en ningún momento su nombre real?, ¿y por qué no volvió ella contigo a la ciudad?
—No lo sé, pero eso no es importante, no me quedé por mucho tiempo. Además, me fui de allí porque Caroline me dijo que ya llevaba unos días y que debería volver para que la gente que me quiere, como mis padres, no se preocupara por mí.
» Ella me dijo que después de una semana vendría a verme, que sabía como encontrarme.
—¿Cuánto tiempo crees que estuviste allí?
—Solo una semana, dos como mucho.
—¡OH DIOS SANTO!
—¿Qué pasa Peter?
—Nada, esta semana no te preocupes, ya hablamos la semana que viene.
Después de dos días, Katherine está tan nerviosa por lo que no le había dicho Peter, que decide ir a buscar respuestas. Ya no puede seguir así, no para de darle vueltas a porqué Caroline no la llamó, sí dijo que iba a ir a buscarla. El problema es que no sabe cómo encontrarla, no tiene su nombre, ni su teléfono y desde luego no puede llegar hasta la casa donde estuvieron, ni tiene coche, ni se acuerda del camino.
Se toma un café mientras sigue dándole vueltas. De repente se le ocurre que puede ir a dar un paseo a la zona donde la conoció, sabe que es poco probable encontrarla, pero al menos tiene que intentarlo.
Se viste deprisa, sale por la puerta, coge el metro y se baja en el sitio donde se despidió de sus amigos esa noche. Cree que es mejor hacer el camino completo, más por si se le ocurre algo que por encontrarse con ella.
Después de diez minutos andando llega justo al sitio donde la conoció, mira alrededor, pero no consigue recordar mucho más de lo que le contó a Peter. Decide seguir andando un poco más, cinco minutos más tarde ve a lo lejos una chica que se parece mucho a Caroline. A medida que se va acercando afirma que efectivamente es ella, no tiene ninguna duda.
Se arma de valor, la detiene y empieza a hablarle.
—¿Caroline, eres tú?
—Perdona, pero se ha equivocado, no la conozco de nada.
Katherine ve como Caroline pasa de largo para seguir su camino, la coje del brazo e insiste. Necesita esas respuestas.
—¿Cómo pudiste abandonarme así? Me dijiste que vendrías a buscarme.
—¿Me puede soltar? ya se lo he dicho, nunca la había visto antes. Así que, si no le importa, tengo prisa.
Le suelta el brazo, ella sigue su camino, mientras que Katherine se queda paralizada. No consigue entender por qué le ha tratado así, porque le ha dicho que no la conoce. “Igual ha conocido a otra persona y no quiere volver al pasado.” Se dice a sí misma. Aun así algo sigue sin cuadrarle, en el caso de que hubiera conocido a alguien no es motivo suficiente para tratarla así.
Se pasa todo el resto de la semana preguntándose qué habrá podido pasar. Aunque da gracias que hoy tiene cita con el psicólogo y puede hablar con él. Después de lo ocurrido se siente bastante triste y nota como se va derrumbando cada día un poco más.
—Hola Peter, ha pasado algo. El otro día quería respuestas, así que fui al sitio donde conocí a Caroline para ver si me encontraba con ella. Efectivamente, me la crucé, pero hizo como si no me conociera. Yo… estoy destrozada, no sé si …
Katherine no aguanta más y rompe a llorar.
—Sé que estás mal, es bueno que llores todo lo que necesites, pero hay algo que tienes que saber.
Consigue tranquilizarse, secarse las lágrimas y sonarse los mocos.
—¿El qué? Tiene algo que ver con lo que no me dijiste la semana pasada, ¿verdad?
—Sí, resulta que tú crees que estuviste con Caroline entre una y dos semanas.
—Sí, ¿y qué?
— Pues eso no es exactamente así, estuviste allí tres meses.
—¿Tres meses?
—Si, Katherine… esto es complicado de expli…
—No, no, eso es imposible. Le aseguro que solo pasaron dos semanas como mucho, ella me lo dijo. Además me cuidó, podía sentir todo su amor.— Le interrumpe sin querer escuchar nada más.
—En estos cinco meses no has visto la tele, ni internet, ni ninguna noticia ¿verdad?
—No, mis padres me quitaron el móvil y el ordenador. Y la tele no la veo nunca.
Peter procede a enseñarle una noticia de un periódico del día que Katherine volvió a casa.
—Esto debe de estar mal, aquí pone… ¿que me secuestraron? no fue para nada así.
—Realmente sí es cierto. Les pidieron un rescate a tu padre, hablé con él y me dijo que te dejaron ir porque les pagó un millón de dólares. Coincide con la fecha en la que te dejaron libre.
» Me da la sensación, por lo que me has contado de Caroline, que te manipuló y te mintió para que te quedaras por propia voluntad y así salir airosa con el dinero de toda esta situación.
—Pero Caroline no haría eso, ella me quiere, estoy segura.
—¿Y entonces, dónde está?
— Igual se ha estado ocupada, o ha conocido a alguien, o el otro día no me reconoció, o…
— Katherine, no puedes seguir engañándote, necesitas ver la verdad con claridad. Sufres el síndrome de Estocolmo.
Después de un largo silencio prosigue hablando.
» Tienes que ser fuerte, luchar para volver a ser feliz y superar toda esta mierda.
— Pero entonces, ¿Por qué nadie me lo ha dicho antes? ¿O por qué me mintieron mis padres con todos aquellos periodistas? ¿Por qué todo el mundo ha dejado pasar tanto tiempo para decírmelo?
— Necesitabas tiempo para asentarte y darte cuenta de que algunas cosas no cuadraban. El psicólogo que te examinó cuando volviste decidió que era mejor no decírtelo por el momento.
» Me gustaría seguir teniendo sesiones contigo por un tiempo, para ayudarte y ver como avanzas.
— Está bien, gracias Peter.
—Nos vemos la semana que viene.
—Hasta la semana que viene.
Mientras vuelve a casa, se jura a sí misma que va a volver a escribir, que va a terminar la novela que había empezado y volverá a ser la Katherine de antes.
Nueva York, Enero de 2023.
—Bueno Katherine, queda poco para que termine la sesión. Han pasado muchos meses desde la primera vez que viniste y estoy orgulloso de todo lo que has mejorado. Por eso, estoy encantado de decirte que, si quieres, está puede ser la última vez que nos veamos.— Las palabras de Peter se repiten una y otra vez en la mente de Katherine.
Está sentada en un banco de Central Park sin saber que va a ser de su vida a partir de ahora. Todo este tiempo ha estado tan centrada en mejorar y volver a ser la misma de antes que se ha olvidado de preguntarse a sí misma si eso es lo que quiere, ya que, aquella persona que era le llevó a vivir todo lo que ha pasado.
Piensa en todo lo que ha conseguido en estos meses, ha retomado la novela, incluso está a punto de acabarla, ha vuelto a casa de sus padres para pasar tiempo con ellos, ha conocido a gente nueva… Pero vivir en esa ciudad le sigue recordando todo lo mal que lo pasó. Al final de su reflexión decide que tiene que irse lejos de allí.
Vuelve a casa, hace una maleta y se va al aeropuerto.
—¿Cúal es el primer vuelo?— Pregunta en la primera ventanilla que ve abierta.
—Dentro de una hora sale uno directo a Estocolmo, ¿Quiere reservar un asiento señorita?
—Si, por favor.— Contesta a la vez que medita en lo poética que es la vida a veces.