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¿Y ahora Quién soy?

Relato que ocurre en una cocina desordenada de una familia de alto poder adquisitivo, en el cual la protagonista es Helena de 18 años y que ocurre durante 7 días.

Palabras prohibidas: Cocina  y edad de Helena.

Image by Oleksandr Kurchev

Día 1, lunes.


Me siento en una silla, miro alrededor y me cuesta concentrarme con tantos platos sin fregar, las migas por la mesa y la vitrocerámica llena de aceite. La chica de la limpieza está de baja y no hemos podido contratar a otra.


Como sé que no me voy a poner a limpiar, cojo un papel y un bolígrafo.


Pienso en mi querida Helena, que se fue a ver el campus de la universidad hace dos semanas y ya la estoy echando de menos. Desde entonces, además, no paro de darle vueltas a cómo decirle el gran secreto que me he guardado desde que nació. No quiero seguir pensando más en eso, así que empiezo a escribir.


Día 2, martes.


Entro en casa. Me parece raro que mi mujer no esté. Giro a la derecha y veo, entre todo el desorden, una carta encima de la mesa. Es para nuestra hija Helena. Sé que no debería, pero la abro. No me puedo creer lo que estoy leyendo, así que cojo el móvil y marco su número a ver si me lo explica. No hay respuesta, como me imaginaba.


Ya sabía que este momento llegaría, algún día pagaría por los errores de mi pasado.


Día 3, miércoles.


No me gusta nada esto de tener que volver a trabajar, con lo bien que estaba de baja. Aunque tuviera la rodilla y la muñeca dolorida me gustaba el poder descansar por unos días.


Abro la puerta y, ya en la primera estancia que entro, veo un desorden de al menos una semana, el tiempo que llevo fuera. Ya me imaginaba que una familia así no se pondría a fregar platos, pero tenía la esperanza de que contrataran a una sustituta...

Al menos no hay nadie, aunque eso también significa que Helena todavía no ha vuelto.


Desde hace dos semanas deseo que vuelva, la niña de mis ojos. Llevo cuidándola desde que nació. Estoy muy orgullosa y agradecida por ver cómo ha crecido tanto y estar a su lado en un momento tan importante como el de ir a la universidad. Lo único que espero es que sea feliz y le vaya bien en la vida.


Día 4, jueves.


Tengo que volver al piso a recoger todas mis cosas antes de que salga el avión. Son las cuatro de la tarde, menos mal que no hay nadie.


La casa huele a limpio, supongo que nuestra empleada ya no está de baja. Además veo que la carta sigue donde la dejé, por lo que Helena aún no ha vuelto. Decido que es el mejor momento para irme unos meses y pensar qué voy a hacer con mi vida, qué voy a hacer con mi hija.


Cometí un error cuando nació Helena y la crie bajo la mentira de que era mía, ahora, aunque me gustaría verla, me sigo sin sentir preparada para enfrentarme a esta situación.


Día 5, viernes.


Cuando entro en casa todo está limpio, qué gusto da que Marisa haya vuelto, echaba de menos verla por aquí. Es una chica joven, muy inteligente y guapa que simplemente ha tenido mala suerte en la vida.


Siempre le estaré agradecido por la gran labor que ha hecho a esta familia, por haber cuidado de Helena cuando nosotros no teníamos tiempo. Aunque entiendo por qué aceptó este trabajo y por qué se ha quedado tanto. Al fin y al cabo, siempre ha hecho lo mejor para Helena y la ha querido como una hija.



Día 6, sábado.


¡Qué ilusión! Mañana vuelve Helena, por fin voy a poder abrazarla. Aunque me va a dar pena ver su cara de tristeza cuando sepa que sus padres no van a estar aquí para recibirla, o eso me imagino, ya que no los he visto desde que he vuelto.


La verdad es que no sé si se acuerdan de qué día vuelve. Aunque sea su hija, muchas veces es como si no existiera para ellos y eso me parte el corazón.


Día 7, domingo.


Después de un larguísimo viaje, por fin estoy en casa. Tengo ganas de ver a mis padres y a Marisa, que la quiero como si fuera mi madre. Entro y lo primero que hago es darle un grandísimo abrazo, aunque mis padres, como de costumbre, no están.


Encuentro una carta que me dejó mi madre encima de la encimera. La leo y no puedo creer lo que me está contando. ¿Cómo es posible que mi madre no sea mi madre de verdad y me lo hayan ocultado hasta ahora? Y no solo eso, sino qué, además, mis padres llevan un negocio de no sé qué encubierto. Y el negocio de la familia, ese que tanto éxito tiene, no es más que una tapadera para vender droga al por mayor.


Por si fuera poco, la policía va detrás de ellos y de su socio. Mi madre, la muy cobarde, en vez de enfrentarse a esto, decírmelo todo a la cara y explicármelo, ha decidido irse con él. Me parece increíble que me haya soltado una bomba así y, como si no le importara nada, me haya dejado aquí, sola, una vez más.


Al menos Marisa está a mi lado, que ahora entiendo porque siempre la he sentido como si fuera mi auténtica madre.

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